
Todos estarán de acuerdo en que el ajedrez es un juego. En cambio, no todos lo entenderán como un deporte. El ajedrez del que se habla aquí es el competitivo; específicamente el federado y puertorriqueño. El ajedrez es un juego de mesa en la modalidad de combate. Es un juego violento. Quizá un padre o una madre que no sabe jugar ajedrez o que sabe jugar, pero nunca haya competido en un torneo federado pensará que su niño o niña participa de una actividad extracurricular similar a la pintura o a la música. Algo de eso tiene sin duda alguna, después de todo los beneficios de los que nos hablan los instructores de ajedrez son precisamente: la memoria, pensamiento abstracto, matemáticas, lingüística y la lista sigue. Sin embargo, sería más exacto comparar al ajedrez quizá con el boxeo, el karate, la lucha o cualquier deporte de combate. Los golpes que recibe un ajedrecista no son de naturaleza física. Son golpes en el orgullo, son sentimientos de frustración, falta de confianza, baja autoestima y quizá el más bajo de todos los golpes: sentir que estás perdiendo mucho tiempo de tu vida. El ajedrez no es un juego para niños; es en cambio un juego que puede ser jugado por niños.
Entonces, ¿Cuáles son los beneficios de que un niño o niña juegue o se desarrolle dentro del ajedrez competitivo? Precisamente, exponer a los niños a los golpes arriba mencionados le crean precedentes y herramientas para manejarlos en el futuro. No nos engañemos, los golpes duelen igual en cualquier nivel de fuerza de un ajedrecista, simplemente los más experimentados saben abordar mejor esas situaciones. Lo más importante de todo es que las destrezas no sicológicas, como los beneficios matemáticos, lingüísticos, etcétera, son destrezas que se quedan toda la vida con el ajedrecista. En contraste, los niños que no pueden con esta carga emocional seguramente abandonen temprano el ajedrez competitivo y otros nunca adquieren destreza alguna. Hay que enfatizar que estas destrezas toman años en adquirirse, otros tantos en perfeccionarlas y toda la vida en mantenerlas en condición de torneo. Con toda seguridad podemos afirmar que un niño tiene más oportunidades de llegar a ser un jugador de clase A o maestro que un joven o adulto que se inicien a la par en el ajedrez. Fue la Unión Soviética en la primera mitad del siglo 20 el primer país en subrayar la importancia del entrenamiento temprano de los niños en el ajedrez. Con los llamados Palacios de Pioneros se fomentaban un sinnúmero de actividades creativas y deportivas, ajedrez incluido. De estos Palacios de Pioneros, emergieron figuras como: Botvinnik , Tal, Petrosian, Spassky.
En Puerto Rico entre las décadas de los 70 y quizá hasta los 90 tuvimos una especie de masificación del ajedrez capitaneado por el irrepetible Narciso Rabell. Llevando el ajedrez a las escuelas, La Cartilla del Ajedrez de Torán Román, se complementaba con los Fundamentos del Ajedrez de Manuel Moraza. Surgieron iniciativas escolares como el Programa de Ajedrez Escolar (PAE) y La Fundación de Ajedrez Rafael Ortíz (FARO) de quién el autor de este artículo está eternamente agradecido si acaso fue un sólo año que pudo participar de ese programa en el 2002-2003. El fin de todos estos programas; los pasados y los presentes es aumentar el semillero de los futuros maestros. En pocas palabras y recapitulando: la idea de entrenar un niño en el ajedrez de torneo, es que sea un jugador fuerte en su juventud. Para los niños, además, existen muchas ayudas económicas estatales y federales que hace atractivo enfocarnos en los beneficios inmediatos y económicos de trabajar por ellos y con ellos. Lo que da la sensación de que los esfuerzos ajedrecísticos del país, no sólo los de la FAPR, se están enfocando en esta única dirección y lo que es la tesis central de este artículo. ¿Dónde están los resultados de esta masificación de la década de los 80s y 90s? ¿Qué pasa con estos niños cuando llegan al umbral de la juventud y a la adultez?
Sin duda podemos escoger cualquier pelotero, digamos Francisco Lindor y ver toda su trayectoria desde las ligas infantiles. Y así con muchos atletas del patio. ¿Dónde están los grandes maestros del ajedrez puertorriqueño? El título más alto que ha conseguido un ajedrecista puertorriqueño es el de Maestro Internacional. El último en conseguirlo fue Mark Machín a la edad de 27 años, ganando el subzonal de Barbados. Aunque practica el ajedrez desde su adolescencia no fue hasta su juventud, que alcanzó el título (años de entrenamiento y práctica). Sin que haya el mínimo indicio de desprecio hacia Machín ni hacia los demás Maestros Internacionales boricuas, ninguno de ellos ha alcanzado la fuerza de 2400 asociada a ese título. (si me equivoco en esto, por favor corríjanme) El único jugador bajo la bandera puertorriqueña en lograr el título como Dios manda fue el argentino Julio Kaplán. Estos maestros internacionales del patio; todos ellos se encuentran actualmente retirados de la FAPR. Deseamos hacer énfasis en la palabra retirado de la federación y no del ajedrez, porque del ajedrez uno nunca se retira. En el AJEDREZ como en la RELIGION, donde quiera que se reúnan dos o más en su nombre, ahí estará su esencia. Hubo ajedrez en Puerto Rico antes de la FAPR (1934) y lo habrá si algún día dejara de existir. Si no lo cree pase por cualquier club o investiguen las cuentas de internet de los servidores de ajedrez para que se desmienta. Se juega socialmente en reuniones amistosas, entre muchas maneras de practicar este deporte. Si entendemos a estos y a todos los jugadores que se han acercado a una edad temprana a esta disciplina y que hoy son adultos, podríamos decir con toda seguridad que se han perdido estas cosechas de la masificación inicial. Todo el tiempo, esfuerzo, práctica, talento que vibraron llenos de colores en su momento; son hoy recuerdos agridulces en la vida de estos jugadores. No vamos a entrar en los detalles que llevan a los jugadores a abandonar la FAPR, no hay espacio en este artículo. O quizá haya espacio sólo para un detalle.
Lo que sí es pertinente, es urgir a la FAPR y no nos referimos a la junta actual o a la próxima o la próxima. Se les urge a las personas adecuadas, de esas que a lo mejor nos llegan una o dos en un espacio de 100 años (QEPD: Antonio Coll Vidal, Narciso Rabell y Edgar Murray.) que empecemos por evitar la fuga de talentos. Que los ajedrecistas sientan orgullo por la FAPR, que a la federación se le restaure el prestigio. Una FAPR que es mimada por su razón de ser, entiéndase los ajedrecistas; podría enviar un equipo olímpico en el estricto orden/ ¿desorden? en que se lograron los puestos. No tener dinero para costearse el viaje a las olimpiadas no debe ser una limitación para un talento ajedrecístico, mucho menos en Puerto Rico. Pero la ayuda no va a llegarle a un equipo que sañosamente manipula el resultado del mismo mediante tablas. Y que una vez configurado el orden de los tableros que nos representen, el tema del dinero reorganice la composición del equipo para acomodar a los que tengan los recursos o los bolsillos más profundos.
No solamente no viaja el mejor equipo posible, sino que viaja el que puede cubrir los gastos. La nube de polvo que levanta este proceder, promueve la fuga de talentos, el descontento y todos los males que nos aquejan. ¿No es acaso la misión o visión de la FAPR crear los mejores atletas posibles y que estos sean quienes nos representen? Preguntamos, porque nunca nos avisaron o promovieron o divulgaron cuáles son los objetivos, misión y visión de la FAPR; ¿Qué ha pasado con el reglamento que tanto problema nos trajo en este campeonato del 2018? ¿Acaso estamos esperando al 2020 para que la próxima administración se tope con lo mismo? Quizá alguien pueda echarnos luz en el asunto. Una federación prestigiosa recibe ayuda a dos manos de toda su matrícula, de todos los ángulos y maneras posibles. Y retiene a los adultos que ella misma ha formado; que son los adultos que construyen y trabajan por los niños en un relevo generacional armonioso. Sigamos haciendo un excelente trabajo con la niñez, pero empecemos a darle atención a los adultos. El ajedrez no es un juego para los niños, pero ellos son los maestros del mañana, no los dejen caer cuando lo sean. Y lo más importante de todo, no los hagan sentir como si hubieran perdido tanto tiempo en algo que no los aprecia.
Nota de Editorial: Las expresiones vertidas por los escritores en las columnas no necesariamente reflejan las creencias o opinión de Ajedrez Metropolitano o sus clubes.